RESPONDEN LOS HECHOS
23 MINUTOS BASTAN PARA COMPRENDER 23 AÑOS DE SILENCIO
HUELLAS DICIEMBRE 2009
Un hombre belga cautivo de un diagnostico erróneo. así se yerra hoy acerca de la naturaleza de nuestra humanidad
Rom Houben es un hombre belga que, durante 23 años, se quedó atrapado en su cuerpo a causa de un accidente de coche, sin poder mover ni un solo músculo. Los médicos le diagnosticaron el estado de coma, mientra que él estaba en condiciones de darse cuenta de todo lo que ocurría en su entorno. Cada día escuchaba al equipo médico y veía a los que iban y venían alrededor de su cama. Su madre insistía en hablarle, siempre convencida de que él la pudiese escuchar.
Cuando su madre le dijo que su padre había muerto, Rom no pudo llorar. Sólo pudo escuchar. Su madre y su hermana intuían que Rom estaba presente, pero todos (los médicos, los especialistas, los fisioterapeutas y los logopedas) creían que el paciente estaba en un estado vegetativo permanente.
En un momento dado, su madre contactó con un experto en equipos informáticos adaptados a personas con parálisis. Éste se acercó a la cama de Rom con su maquinaria. Cuenta la madre: «Queríamos hacerle apretar el ratón. ¿Pero cómo? Estaba tendido en la cama, con muchos espasmos y no podía controlar los movimientos. El doctor vio que él estaba moviendo su pie derecho. Pusimos el ratón bajo su pie, y empezamos a incitarle: “Venga, Rom, empuja. ¡Empuja!”. Y él empujó. El ordenador dijo: “Yo soy Rom”».
Después, un neurólogo que investiga la condición neurovegetativa realizó una visita más detallada y descubrió que el cerebro de Rom Houben funcionaba de manera casi normal.
Ante un hecho así, ¿cómo dudar de que en el mundo exista alguien que nos ama con un amor sin medida?
Indudablemente la historia de Rom suscita preguntas importantes en el plano ético y moral respecto a la capacidad de la sociedad civil para emitir juicios en materia de vida y muerte. A menudo los debates sobre estas cuestiones me abocan a una confusión moral en la que reboto como una pelota de una postura a la contraria.
Pero hay un modo de evitarlo. Es tumbarse en una cama, no digo durante 23 años, ni siquiera 23 días, quizás basten tan solo 23 minutos, y pensar en la vida de Rom Houben. Imaginar su situación, sus pensamientos, los que podemos intuir en algunas frases sacadas de una entrevista a Der Spiegel, realizada utilizando un ordenador adaptado con el fin de que Rom pudiera escribir.
«Me sumergí en mis sueños», escribe.
«Gritaba, pero no había nadie que escuchara».
«Con el pensamiento viajaba por el pasado o me imaginaba una existencia completamente distinta».
«Yo era sólo la conciencia que tenía de mí mismo, nada más».
La historia de Rom Houben es una historia de nuestro tiempo, el más peligroso y preocupante para la humanidad desde que el hombre existe. En su vida podemos ver quizás la imagen más extrema que podamos pensar de la vida de cada uno de nosotros, atrapados como estamos en culturas que parecen no entender la naturaleza de nuestra humanidad, incapaces de oír las palabras que somos incapaces de pronunciar.