miércoles, 30 de diciembre de 2009

La Ternura de Dios por el hombre
publicado el 24 de diciembre en el diario El Mundo (España) y Corriere della Sera (Italia)

Hay una frase de Dostoievski que me está acompañando en estos meses, a la hora de hablar del cristianismo a personas muy diferentes, tanto en Italia como en el extranjero: «Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, creer verdaderamente, en la divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios?».
Esta pregunta es un reto para cada uno de nosotros. De cómo se responda a ella depende el éxito de la fe en nuestros días. En un discurso de 1996, el entonces cardenal Ratzinger respondía que la fe seguirá siendo válida hoy «porque se corresponde con la naturaleza del hombre.
En el hombre hay un anhelo y una nostalgia inextinguibles de lo infinito». Y además indicaba la condición necesaria: para poner de manifiesto todo el alcance de su pretensión, el cristianismo necesita encontrar la humanidad que late en cada uno de nosotros.Y, sin embargo, cuántas veces sentimos la tentación de mirar nuestra humanidad concreta – por ejemplo, nuestro malestar, insatisfacción, tristeza, o aburrimiento – como un obstáculo, como una complicación y un estorbo para la realización de lo que deseamos.
Por ello, nos enfadamos con nosotros mismos y con la realidad, y el peso de las circunstancias nos abruma, mientras tratamos de avanzar dejando de lado ciertos “aspectos” de nuestro yo.
Sin embargo, el malestar, la insatisfacción, la tristeza y el aburrimiento, no son síntomas de una enfermedad que se pueda tratar con medicinas, como cada vez más sucede en una sociedad que confunde la inquietud del corazón con el pánico o la ansiedad. Estos síntomas, por el contrario, son señales de cuál es la naturaleza de nuestro yo. Nuestro deseo es más grande que el universo entero.
La percepción de un vacío en nosotros y en lo que nos rodea, de la que habla Leopardi (“carencia y vacío”), y el aburrimiento del que habla Heidegger, prueban la condición ineludible del corazón humano, el carácter inconmensurable de nuestro deseo: nada consigue darle satisfacción y paz.
Podemos olvidarlo, traicionarlo, engañarlo, pero no podemos extirparlo.Por ello, lo que realmente obstaculiza el camino no es nuestra humanidad concreta, sino el descuido de la misma.
Todo nuestro ser pide a gritos algo que pueda colmar este vacío.
Lo intuyó incluso Nietzsche, que no pudo evitar dirigirse al “dios desconocido”, que hace todas las cosas: «Me quedo solo, levanto mis manos / (…) “Al dios desconocido”: / (…) Conocerte quiero – a ti, el Ignoto, / Que penetras mi alma hasta el fondo, / Como tempestad sacudes mi vida, / Inaferrable y sin embargo ¡semejante a mí!» (1864).
La Navidad es el anuncio de que este Misterio desconocido se ha convertido en una presencia familiar, sin la cual nadie podría mantenerse a la altura de su humanidad, pues sucumbiría a la confusión, viendo como se “descompone” su yo. «Sólo lo divino – en efecto – puede “salvar” al hombre, es decir, las dimensiones verdaderas y esenciales de la figura humana y de su destino» (don Giussani).
El signo más persuasivo de que Cristo es Dios, su mayor milagro, lo que asombraba a todos – más que las dolencias sanadas o la ceguera curada – era una mirada humana incomparable.
El signo de que Cristo no es una teoría ni un conjunto de reglas es esa mirada de la que están llenos los Evangelios: su forma de tratar la humanidad de cada persona, de relacionarse con todos los que se encontraba. Pensemos en Zaqueo o en María Magdalena: no les pidió que fueran distintos, los abrazó tal como eran, con su humanidad herida, sangrante, necesitada de todo. Y su vida, al verse abrazada, recobraba toda su estatura original.¿Quién no desearía verse mirado así ahora? De hecho, «no podemos querernos a nosotros mismos si Cristo no es una presencia como la madre lo es para su hijo. Si Cristo no es una presencia ahora – ¡ahora! –, no puedo amarme, ni puedo amarte a ti, ahora» (don Giussani).
Esta sería la única manera de responder, razonable y críticamente, como hombres de nuestro tiempo, a la pregunta de Dostoevski.Pero, ¿cómo sabemos que Cristo vive ahora? Porque su mirada no es un hecho del pasado.
Sigue en el mundo tal cual: desde el día de su resurrección, la Iglesia existe sólo para que el hombre pueda experimentar la ternura de Dios, a través de las personas que son su cuerpo misterioso, testigos en este momento de la historia de esa mirada capaz de abrazar todo lo humano.

Julián Carrón, responsable de Comunión y Liberación

http://www.clonline.org/articoli/esp/jcNavidad09.html



viernes, 18 de diciembre de 2009








Caridad☻
Nuestra naturaleza nos da la exigencia de interesarnos por los demàs
Cuando vivimos esta exigencia necesitamos ser fieles y vivir esto que nuestro corazòn ♥ quiere decir; si no conseguimos dar, nos empequeceñemos. Interesarnos por los demàs es realizasrnos a nosotros mismos. La ley suprema de nuestro ser es compartir el ser de los demàs, es ponernos en comùn. Solo Jesucrito nos dice todo esto, porque el sabe lo que es cada cosa, lo que es Dios del que nacemos, lo que es el ser.
" Nosotros vamos a la caritativa para aprender a vivir como Cristo "
Me fui tan lejos, buscandome
y estaba en casa, lo que soñe
me fui corriendo, tras un " tal vez"
y no te hallè.
me fui siguendo, una ilusiòn
me fui dejando, mi ùltimo adios
me fui creyendo, en otro amor
me fui perdiendo mi corazòn.
donde hay esperanza
esta mi casa
donde hay amor
esta mi casa
donde estas vos
esta mi casa
y al fin hoy yo
vuelvo a casa.
me fui sintiendo, un gran dolor
me fui llorando, por este amor
me fui buscando algo mejor
volvi a mi mundo y volvi a vos.
Si hemos hecho todo el recorrido atentamente, no es posible que, al decirle tu al ser amado, no reparemos en el Tu de Cristo que se manifiesta en el ser amado.
La canciòn lo dice claramente, VUELVO A CASA, no porque tengo miedo de hacer el camino hacia el Ideal, sino porque pude experimentarlo. " Mi casa" es el Ideal para el que estoy hecho, con el cual no me hace falta otra cosa.
Si lo tengo a Cristo, lo tengo todo. Cristo, la gran Presencia, me hace una promesa hoy: no es que ya me la hizo y punto, porque de ser asi, el olvido, la distraccion y el miedo serian la ultima palabra.
Cristo es mi casa y el Ideal por el que late el corazòn ♥: " El Ideal... corresponde al deseo de felicidad que tiene el corazòn y este reconoce posible alcanzar solamente con la ayuda de la presencia grande. El Ideal, por consiguiente, es el deseo ultimo del corazòn, que el hombre trata de alcanzar confiado en la Presencia grande ".


Si tienes miedo a equivocarte
ya estas equivocado
si tienes miedo a perder
ya estas perdido
si tienes miedo a vivir
ya estas vencido
si tienes miedo a sentir
es que no has elegido.

Un paso ya es el camino
un paso hacia tu destino
un paso te abre la puerta
y sueña tu alma despierta.

Vivir a pleno
vivir sin miedo
vivir el instante y siempre
animarse.

Si tienes miedo a caminar
yo te dare mi mano
a veces hay que empezar

acompañado
pasos que seguiran
seràs el guia de muchos
y tu luz brillarà
llamà que yo te escucho.

Un paso es la canciòn que mas directamente se relaciona con nuestra historia.
"Sueña tu alma despierta" indica el sueño como expresiòn de deseo. Menciona muchas veces la palabra "miedo" ¿ cuando aparece el miedo? ¿ que produce el miedo? El miedo paraliza. Por miedo es que abandonamos lo que somos, porque estamos tan distraidos, que el miedo puede vencer.
Dice don Giussani: "el miedo no es el primer sentimiendo que experimenta el hombre. El primero es el atractivo; el miedo aparece en un segundo momento, como reflejo del peligro que se percibe de que la atraccion no permanezca".
" Si lo que deseo, lo miro de lejos por miedo a que, si lo toco, desaparezca, si esto sucede, no estoy frente a algo real, estoy frente a una imagen mia, una ilusiòn" .... esto es un sueño.
Yo te deseo lo mejor
por si no vuelvo a verte mas
y bajo mi almohada
siempre te voy a guardar
para acordarme de vos y volverte a respirar.

yo te regalo el corazòn
porque vas a cuidarlo mas
todo lo vivido no se puede
terminar
lo llevo en esta cancion
que te quiero dedicar.

que nos volvamos a ver
que nos volvamos a ver
que te de la vida
todo lo que querès
que nos volvamos a ver
que nos volvamos a ver
para que este cuento
no termine esta vez.

yo nunca te voy a olvidar
en mis recuerdos siempre
estaràs
porque tu alegria
nunca se va a terminar
aunque te vayas de aqui
siempre me acompañaràs.

Dice don Giussani: " ¿ en que sentido la libertad tiene que ver con la esperanza?... Como deseo, como peticiòn de que perdure lo que ha empezado"
Y esto esta plasmado en esta misma canciòn " todo lo vivido no se puede terminar"
Y mas adelante la cancion dice: " porque tu alegria nunca se va a terminar, aunque te vayas de aqui, siempre me acompañaràs". Miremos nuestra experiencia y señalemos cuantas veces hemos gritado estas cosas.
Para decir estas cosas es necesaria una certeza. ¿ En que se basa nuestra seguridad de que las cosas perduran y no se desvanecen?
"Que te de la vida lo que querès". El autor de la cancion nos habla a nosotros y nos desea que se cumpla todo lo que queremos"
Pero si lo que quiero tiene mi medida, la seguridad, la certeza de que hablamos antes tiene tambien mi medida... lo que es cierto para mi no es cierto para todos... entonces... ¿ Es razonable esta certeza?
La realidad ( y no los pensamientos ) me dice que no lo es. Porque no siempre las circunstancias resultan como yo pienso o imagino; entonces es la realidad la que me dice que lo que deseo es algo sin medida.

lunes, 13 de julio de 2009

Comunicado de Prensa

Encíclica: nota de Comunión y Liberación

Agradecemos al Santo Padre que en su encíclica social haya vuelto a insistir en que la contribución propia de los cristianos para la convivencia social y el desarrollo es la originalidad de su fe.

Es decisivo que el Papa, al comienzo de una encíclica dedicada al quehacer humano, nos recuerde a todos una evidencia elemental. Sin tenerla en cuenta cualquier esfuerzo puede llegar a ser violento. “A veces –afirma la encíclica- el hom­bre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción que procede del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad”. La experiencia enseña, como hemos visto recientemente, que la pretensión de ser autosufi­ciente y de ser “capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar ma­terial y de actuación social”. Por el contrario, la verdad sobre nosotros mismos es, ante todo, “dada”: “la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe”. Por esta razón el Papa afirma que “la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona”.

Benedicto XVI nos recuerda algo de lo que nos olvidamos con facilidad: “un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios”.

La Caritas in veritate subraya que la Iglesia “no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende de ninguna manera mezclarse en la política”, pero tiene una mi­sión que realizar: anunciar a Cristo como “el primer y principal factor de desarrollo”. Éste es el camino para dar testimonio y nos sentimos desafiados a recorrerlo –dentro de las vicisitudes de la vida-, constatando la importancia de la fe en Cristo, que nos pone en las mejores condiciones posibles para afrontar todos los problemas de tipo económico, financiero, social y político a los que la encíclica se refiere.

Comunión y Liberación. - 9 de julio de 2009

sábado, 25 de abril de 2009

TERREMOTO EN LOS ABRUZOS

Pasión del hombre, pasión de Cristo

Una vez más un acontecimiento sobrecogedor nos ha herido en lo más profundo de nuestro ser. Tan sobrecogedor y tremendo que es difícil evitar preguntarse por su significado, pues supera enormemente nuestra capacidad de comprensión.
La cuestión es tan radical como incómoda. No podemos tratar de cerrar el asunto rápidamente, deseando pasar página cuanto antes para olvidar. No es razonable seguir siendo prisioneros de una emotividad que nos sofoca, y mucho menos desplazar la atención sobre posibles responsables.

La caridad inmensa, de la se ha dado prueba en estos días como gesto espontáneo y que será necesaria sobre todo durante los próximos meses, cuando hará falta más ayuda, indica que el olvido no es la única salida. Aun así, ni siquiera esta acción puede responder completamente a la apremiante pregunta que la experiencia de nuestra impotencia frente al terremoto ha hecho planteado.

Hechos como este nos ponen delante del misterio de la existencia, desafiando nuestra razón y nuestra libertad de hombres. Desperdiciar la ocasión de mirarlo a la cara nos dejaría todavía más perdidos y escépticos.
Pero para estar delante del misterio de la existencia necesitamos algo más que nuestra solidaridad, aunque sea justa. Solos no podemos.
Una vez más en nuestra historia, la compañía de Cristo – que está en el origen del amor al hombre propio de nuestro pueblo – se revela decisiva: una compañía que da sentido a la vida y a la muerte, a las víctimas, a los supervivientes, nos da sentido a nosotros mismos, y sostiene la esperanza.

La inminencia de la Pascua adquiere, de este modo, una nueva luz. «El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas?» (Rm 8,32).


Comunión y Liberación

Abril de 2009.

viernes, 24 de abril de 2009

Boletín especial de Jueves santo

El escándalo es de los fariseos,
la verdad y el amor de los pecadores


Hoy Jueves Santo, día en el cual recordamos con toda la Iglesia católica la última cena que Jesús celebró en compañía de sus discípulos antes de enfrentar los dolorosos pasos de la pasión y muerte. Jesús antes de morir, como expresión de Su infinito amor no sólo nos dejó la Eucarística sino que instituyo el Orden Sagrado, los pilares de la vida cristiana.
¡Con qué dolor despertamos hoy, Jueves Santo, con las portadas de los diarios, hambrientos de escándalo, con el “disparate” en referencia a un obispo que hubiera tenido un hijo! ¡Qué puñalada a nuestro corazón de creyentes, de enamorados de Cristo, que precisamente hoy, Jueves Santo, la prensa utilice el chisme para desacreditar lo más grande que Cristo regaló a la Iglesia católica: el sacerdocio y el don del celibato!

No corresponde a nosotros juzgar a nadie, más bien rezar para que nosotros los sacerdotes seamos santos, enamorados de Cristo y obedientes y fieles al magisterio del Papa. No nos sorprende la fragilidad, la debilidad humana, cualquiera sea, aún en sacerdotes y obispos. Somos todos desterrados hijos de Eva como nos enseña la Iglesia. El fariseísmo, el moralismo no son una postura cristiana, como tampoco el espiritualismo.

La Iglesia nace divina porque su fundamento es Cristo, y al mismo tiempo es humana porque está hecha de pecadores. Pecador era Pedro, pecadores eran los amigos de Jesús, pecadores eran todos los que le han seguido, pecadores han sido los más grandes santos de la Iglesia, desde Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, en fin, hasta la persona que escribe, que tiene como única gloria la de haber conocido y conocer cada día la misericordia de Cristo.

No es la fragilidad del obispo-presidente lo que nos preocupa. Para esto vino Cristo. Si, porque Cristo vino para nosotros los pecadores, para nosotros los adúlteros, para nosotros que como Pedro lo renegamos continuamente.

Lo que los diarios hoy publican es la evidencia del fariseísmo que define la prensa, a la cual no le importa nada del hombre, de su dignidad nacida del hecho que todos somos hijos de Dios. A ellos les interesa usar la fragilidad de los hombres de la Iglesia para atacar a la Iglesia, para destruirla, si pudieran. Es un juego que viene desde hace 2000 años.

Y son siglos que en los chiqueros de ciertas universidades o centros culturales dominados por la diabólica masonería escuchamos cualquier chisme sobre la fragilidad de la Iglesia, de sus pastores, Papas, obispos o laicos que sean. Y lo que es aún más diabólico es que los que escriben, publican, difunden, viven de este “estiércol” son ellos aún más pervertidos, prostituidos, miserables, sucios hasta el cerebro. Estos señores que aman el estiércol, ellos, los fariseos, los hipócritas, se divierten en el tirar estiércol contra la bella, estupenda cara de la Iglesia. A ellos no les importa la verdad porque son hijos del príncipe de la mentira. Pero se han olvidado que ninguna fragilidad o escándalo afectará la Iglesia hasta destruirla. Lo ha dicho Jesús: “Yo vencí al mundo”.

Ya Napoleón tenía claro el proyecto de eliminar a la esposa de Cristo, cuando un día su secretario le dijo: “Majestad, no lograron eliminarla los que viven dentro de la Iglesia - Papas, obispos, sacerdotes – mucho menos lo logrará usted”.

Lo que estoy afirmando no es una búsqueda de motivos para excusar o cubrir la fragilidad, la debilidad. No. En absoluto. El pecado es pecado, la miseria es miseria, el estiércol es estiércol. Y por eso existe la confesión, la misericordia divina. Lo que queremos subrayar es el hecho que precisamente hoy, Jueves Santo, los buitres de la prensa han aprovechado para llenar la cabeza de la gente de suciedad, intentando de esta manera distraer la atención de nuestro pueblo educado a vivir en modo conmovedor la Semana Santa, del Acontecimiento más grande que la liturgia nos ofrece; la pasión, muerte y resurrección de Cristo..

Y este es un delito, este es el pecado por el cual Jesús afirma: “antes de escandalizar a uno de estos pequeños es mejor que el interesado se ponga una piedra al cuello y se tire en el mar”. Al contrario, el gran pecado del obispo-presidente está en su ideología, en su postura “marxista”, en su tentativa de vaciar al cristianismo de su contenido. Es aquella teología de la liberación, profesada abiertamente, por la cual Cristo sería totalmente insignificante para la liberación y salvación del mundo. Este es el gran pecado de este hombre. El pecado de Chávez, Correa, Morales, etc., que pretenden sustituir a Cristo en la salvación del mundo.

Y de este pecado todos somos responsables o mejor lo son aquella inmensa mayoría de curas, religiosos y obispos que el 20 de abril de 2008 votaron y empujaban a votar por esta ideología. Y no porque no hubiera otra posibilidad para el cambio. Un cambio necesario después de más de 60 años de dictadura colorada.

Existían, existen, otras hipótesis pero todos, ebrios de la nueva utopía, entregaron el cambio a quienes, los hombres, jamás lograrán responder a este anhelo, porque sólo Cristo puede cambiar al hombre y las estructuras que el hombre crea. Los hombres o son instrumento de la gracia, pero no los exclusivos protagonistas, porque dice Jesús:”Sin mí no podéis hacer nada”, o se transforman en destructores de la humanidad, como la historia desde siempre documenta..

“No mires nuestros pecados
sino la fe de Tu Iglesia...”

... rezamos cada día en la Santa Misa antes de la señal de la paz. Y estas palabras nos llenan la cabeza y el corazón en este momento dramático de nuestro país, víctima del pecado de quien en aquel entonces era uno de sus pastores privilegiados, en cuanto sucesor de los apóstoles.

No mires nuestros pecados -ni de este amigo Tuyo, Señor, que un día quisiste a Tu lado como sucesor de los apóstoles - sino de la fe de Tu Iglesia.” Solamente en estas palabras de la liturgia podemos encontrar consuelo, emergía, fortaleza para seguir adelante, para no quedarnos en las debilidades nuestras ni de los pastores, ni de los obispos, ni de nadie. Lo que nuestra Iglesia vive ahora había sido ya denunciado por Benedicto XVI, entonces Cardenal Ratzinger, durante la Vía Crucis del año 2005, cuando en el Coliseo Romano en la Meditación de la Novena Estación afirmó:

“¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25).”

Creo que las palabras de la liturgia “no mirar a nuestros pecados...” encuentran su eco dramático en estas palabras del hoy Papa. Una vez más lo que nos pide la fe que profesamos es la de asumir nuestros pecados, porque el pecado del que ha sido un sucesor de los apóstoles, es también el mío, el tuyo, porque somos el Cuerpo de Cristo y si un miembro peca todos sufrimos las consecuencias, como también si un miembro vive de Cristo todos ganamos de su belleza.
Lo que ha sucedido es para que nos convirtamos, nosotros los pastores primeros que todos, muchos de los cuales estamos delante de la falta de santidad que vivimos con una superficialidad impresionante.

Lo que pasa es el fruto de nuestra falta de amor a Cristo, de nuestra falta de santidad, de nuestra falta de obediencia filial al Santo Padre. Y dolorosamente quien más sufre de esta postura es el pueblo que nos ha sido entregado por Cristo mismo y gracias a la fe del cual Cristo sigue apiadándose de nosotros los pastores.

Señor no mires a los pecados de nosotros Tus pastores sino a la fe de Tu pueblo

P. Aldo Trento

lunes, 13 de abril de 2009

INICIO DE CLASES
¿Con que mirada volvemos?

"Estamos hechos en un modo tal que la realidad provoca en nosotros una reacción , un deseo de entrar en relación con ella (Así nos sucedió a cada uno de nosotros, fuimos introducidos a esta relación, de niños, incluso antes que surgiera el problema sobre por que estudiamos)...
Necesitamos que en nosotros se despierte una curiosidad acerca de la realidad.
Porque sin ella no habría diferencia entre nuestra mirada respecto de las cosas y la forma en que mira el resto de la naturaleza"
Marco Bersanelli (Astrofisico)


Para el inicio de las clases surge en nosotros un reclamo:


¿Quien puede despertar esta curiosidad por la realidad y en que lugar la encontramos?


Tenemos la necesidad de que la escuela sea ese lugar y la seguridad de que solo verdaderos hombres pueden ayudarnos a ir al fondo de lo que estudiamos. Nos acompañamos en esta necesidad y este reclamo queremos compartirlo con nuestros compañeros y profesores.


JUVENTUD ESTUDIANTIL
COMUNIÓN Y LIBERACIÓN


viernes, 20 de marzo de 2009

Mex Urtizberea
El lector de otro mundo

Ana María y Héctor


El mundo era el mundo, tal cual uno lo conoce.

Era el martes 7 de noviembre de 2007.

En un tribunal oral de Esquel, Chubut, acababa de declarar el primer testigo en el caso del crimen de un joven de 27 años, Mariano Drew, hijo de Ana María Suárez, docente, presente en el juicio.

En el banquillo de los acusados estaba Héctor Fabián Chávez, un chico de 25 años que se crió sin su madre, que sufrió tempranos abusos sexuales, que estuvo internado en varios institutos de menores, que es adicto al alcohol, que reconoció en el juicio haber matado al hijo de Ana María.

El mundo era el mundo, tal cual uno lo conoce.

Pero entonces ocurrió.

Ocurrió que el martes 7 de noviembre de 2007 el mundo fue, por unos minutos, otro mundo.

Otro mundo.

Quién sabe si uno mejor o peor, si más justo o menos justo, si más ejemplar o menos ejemplar, pero el mundo fue en un momento del martes 7 de noviembre de 2007, otro mundo.

Y fue cuando Ana María Suárez se levantó de su silla y se acercó al acusado, Héctor.

Y le dijo lo que le dijo.

Le dijo que lo perdonaba.

Le dijo que no quería que sufriera.

Le dijo que en esta tierra hay mucha violencia y que él fue víctima de esa violencia desde que nació.

Le dijo otras cosas, le regaló un rosario, para que lo acompañara toda la vida, y después no dijo nada más.

Entonces los dos, ella y él, se abrazaron.

Y los dos, ella y él, abrazados, se pusieron a llorar.

Desconsoladamente.

Ana María y Héctor.

Mientras, los jueces los miraban como quien mira algo que parece de otro mundo.

Mientras, en la sala colmada de público sólo se oía un silencio de otro mundo.

Mientras, un fotógrafo tomaba una foto de algo que nunca pasa en este mundo.

El mundo fue efectivamente otro mundo por unos minutos.

Otro mundo.

Quién sabe si uno mejor o peor, si más justo o menos justo, si más ejemplar o menos ejemplar, pero el mundo fue, en un momento del martes 7 de noviembre de 2007, otro mundo.

Y después de unos minutos el mundo volvió a ser el mundo.El hijo que tanto amaba Ana María no volverá a estar vivo, el acusado Héctor Fabián Chávez pasará nueve años en la cárcel, según acaba de dictaminar el tribunal. El mundo volvió a ser el mundo, la tierra a la que hizo referencia Ana María, en la que hay mucha violencia, y hay secretas víctimas que la padecen desde que nacen, que a veces se convierten en victimarias y a veces no. Y así seguirá siendo, hasta que este mundo sea otro mundo no por un instante, sino todo el tiempo. Mientras, sólo queda el recuerdo de cuando el mundo fue unos minutos otro mundo, el día en que Ana María Suárez abrazó al chico que mató a su hijo.

Por Mex Urtizberea