jueves, 4 de marzo de 2010

De vuelta a clases, pero…

¿Por qué tengo que estudiar?

Si bien en este inicio de clases ya no me toca vivir directamente puesto que mi realidad ya no es el colegio sino la universidad, no pude evitar tocar un tema tan importante como la vuelta a clases, a parte la pregunta que he elegido como título es una pregunta a la que debemos exponer a cada momento de nuestra vida, a la realidad que nos toca vivir: colegio, universidad, trabajo, ¿por qué lo hago?

Hace algún tiempo un amigo nos hacía este cuestionamiento durante la escuela de comunidad de los secundarios de la parroquia San Rafael: ¿Por qué tengo que estudiar si igual me voy a morir?, pregunta muy justa pues encierra una realidad inevitable que es la muerte y además provoca, pone en movimiento a los motivos de la vida de cada uno.

Y en realidad ¿Por qué tengo que estudiar? Muchos me dirán la famosa frase: “Porque quiero ser alguien en la vida” o “para poder salir adelante”, intentos de respuestas a las que les falta algo, porque a mí y muchos de mis amigos nunca nos satisficieron, porque entonces afirmamos que la vida de aquellos que no tienen la oportunidad de estudiar (que son muchos y por los más variados motivos, que ahora no vienen el caso) no valen, cuando esto no es verdad.

Entonces ¿cuál es el verdadero motivo, qué es lo que nos debe inspirar para amar la realidad del estudio, que muchas veces nos parece fastidiosa? La experiencia cristiana nos enseña que la realidad es el cuerpo de Cristo, el estudio es el deseo de conocer a fondo la realidad, la manifestación de Cristo en nuestra vida, pero esta frase ya es muy eológica.

El estudio nace de un interés por conocer, por explicar lo que ocurre a nuestro alrededor, lo que ocurre en nosotros mismos, es decir nace de una pasión por la vida misma, por cada instante que nos toca vivir, por cada descubrimiento que encontramos en nuestra vida.

La historia misma de la ciencia y de la humanidad se forman en base a este deseo de conocer todo, de explicar lo que nos ocurre, pensemos en el inicio de la Filosofía, por citar una ciencia, ella nace en la Grecia Antigua cuando el hombre comienza a buscar nuevas respuestas sobre su origen y su destino. De hecho los más grandes descubrimientos científicos se han dado de esta forma, han nacido de una tensión hacia la realidad, de una observación constante, diría Alexis Carrel: “Mucho razonamiento y poca observación llevan al error. Poco razonamiento y mucha observación llevan a la verdad”

Pero ¿cómo mantener despierto en nosotros este interés por la vida, por la realidad y por ende por el estudio? Don Giussani cita tres puntos de vital importancia para el estudio:

1- Una amistad: pero una amistad en serio, no piratería, complicidad; es decir, una amistad que nos mantenga despiertos, pues es imposible que todos al mismo tiempo estemos dormidos, siempre habrá alguien que nos dirá: “mira que pasa esto”.

2- Elegir: es decir tomar en serio nuestra libertad que nos dice esto me hace bien y seguir lo que nos hace bien, lo que nos permite mantenernos despiertos.

3- Perseverar: la fidelidad es vital, es decir seguir siempre, continuar con fidelidad el camino emprendido.

Debemos sacarnos de la cabeza la idea estúpida de que una persona vale más por el título universitario, porque es una gran mentira de nuestros días, la persona vale porque es amada y hubo uno que nos amó más que nadie y por lo tanto nuestra vida vale más.

Mientras mantengamos la idea del estudio para dar más o menos valor a nuestra vida viviremos siempre tristes, porque de qué vale el título si, antes o después, todos nos dirigimos al mismo lugar: la tumba.

Esto no quiere decir que no se debe estudiar sino que se debe estudiar por un deseo de conocimiento, un deseo de descubrimiento de los secretos que encierra la realidad que se mueve a nuestro alrededor porque “el conocimiento es siempre un acontecimiento"

Juanki

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