miércoles, 30 de diciembre de 2009

La Ternura de Dios por el hombre
publicado el 24 de diciembre en el diario El Mundo (España) y Corriere della Sera (Italia)

Hay una frase de Dostoievski que me está acompañando en estos meses, a la hora de hablar del cristianismo a personas muy diferentes, tanto en Italia como en el extranjero: «Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, creer verdaderamente, en la divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios?».
Esta pregunta es un reto para cada uno de nosotros. De cómo se responda a ella depende el éxito de la fe en nuestros días. En un discurso de 1996, el entonces cardenal Ratzinger respondía que la fe seguirá siendo válida hoy «porque se corresponde con la naturaleza del hombre.
En el hombre hay un anhelo y una nostalgia inextinguibles de lo infinito». Y además indicaba la condición necesaria: para poner de manifiesto todo el alcance de su pretensión, el cristianismo necesita encontrar la humanidad que late en cada uno de nosotros.Y, sin embargo, cuántas veces sentimos la tentación de mirar nuestra humanidad concreta – por ejemplo, nuestro malestar, insatisfacción, tristeza, o aburrimiento – como un obstáculo, como una complicación y un estorbo para la realización de lo que deseamos.
Por ello, nos enfadamos con nosotros mismos y con la realidad, y el peso de las circunstancias nos abruma, mientras tratamos de avanzar dejando de lado ciertos “aspectos” de nuestro yo.
Sin embargo, el malestar, la insatisfacción, la tristeza y el aburrimiento, no son síntomas de una enfermedad que se pueda tratar con medicinas, como cada vez más sucede en una sociedad que confunde la inquietud del corazón con el pánico o la ansiedad. Estos síntomas, por el contrario, son señales de cuál es la naturaleza de nuestro yo. Nuestro deseo es más grande que el universo entero.
La percepción de un vacío en nosotros y en lo que nos rodea, de la que habla Leopardi (“carencia y vacío”), y el aburrimiento del que habla Heidegger, prueban la condición ineludible del corazón humano, el carácter inconmensurable de nuestro deseo: nada consigue darle satisfacción y paz.
Podemos olvidarlo, traicionarlo, engañarlo, pero no podemos extirparlo.Por ello, lo que realmente obstaculiza el camino no es nuestra humanidad concreta, sino el descuido de la misma.
Todo nuestro ser pide a gritos algo que pueda colmar este vacío.
Lo intuyó incluso Nietzsche, que no pudo evitar dirigirse al “dios desconocido”, que hace todas las cosas: «Me quedo solo, levanto mis manos / (…) “Al dios desconocido”: / (…) Conocerte quiero – a ti, el Ignoto, / Que penetras mi alma hasta el fondo, / Como tempestad sacudes mi vida, / Inaferrable y sin embargo ¡semejante a mí!» (1864).
La Navidad es el anuncio de que este Misterio desconocido se ha convertido en una presencia familiar, sin la cual nadie podría mantenerse a la altura de su humanidad, pues sucumbiría a la confusión, viendo como se “descompone” su yo. «Sólo lo divino – en efecto – puede “salvar” al hombre, es decir, las dimensiones verdaderas y esenciales de la figura humana y de su destino» (don Giussani).
El signo más persuasivo de que Cristo es Dios, su mayor milagro, lo que asombraba a todos – más que las dolencias sanadas o la ceguera curada – era una mirada humana incomparable.
El signo de que Cristo no es una teoría ni un conjunto de reglas es esa mirada de la que están llenos los Evangelios: su forma de tratar la humanidad de cada persona, de relacionarse con todos los que se encontraba. Pensemos en Zaqueo o en María Magdalena: no les pidió que fueran distintos, los abrazó tal como eran, con su humanidad herida, sangrante, necesitada de todo. Y su vida, al verse abrazada, recobraba toda su estatura original.¿Quién no desearía verse mirado así ahora? De hecho, «no podemos querernos a nosotros mismos si Cristo no es una presencia como la madre lo es para su hijo. Si Cristo no es una presencia ahora – ¡ahora! –, no puedo amarme, ni puedo amarte a ti, ahora» (don Giussani).
Esta sería la única manera de responder, razonable y críticamente, como hombres de nuestro tiempo, a la pregunta de Dostoevski.Pero, ¿cómo sabemos que Cristo vive ahora? Porque su mirada no es un hecho del pasado.
Sigue en el mundo tal cual: desde el día de su resurrección, la Iglesia existe sólo para que el hombre pueda experimentar la ternura de Dios, a través de las personas que son su cuerpo misterioso, testigos en este momento de la historia de esa mirada capaz de abrazar todo lo humano.

Julián Carrón, responsable de Comunión y Liberación

http://www.clonline.org/articoli/esp/jcNavidad09.html



viernes, 18 de diciembre de 2009








Caridad☻
Nuestra naturaleza nos da la exigencia de interesarnos por los demàs
Cuando vivimos esta exigencia necesitamos ser fieles y vivir esto que nuestro corazòn ♥ quiere decir; si no conseguimos dar, nos empequeceñemos. Interesarnos por los demàs es realizasrnos a nosotros mismos. La ley suprema de nuestro ser es compartir el ser de los demàs, es ponernos en comùn. Solo Jesucrito nos dice todo esto, porque el sabe lo que es cada cosa, lo que es Dios del que nacemos, lo que es el ser.
" Nosotros vamos a la caritativa para aprender a vivir como Cristo "
Me fui tan lejos, buscandome
y estaba en casa, lo que soñe
me fui corriendo, tras un " tal vez"
y no te hallè.
me fui siguendo, una ilusiòn
me fui dejando, mi ùltimo adios
me fui creyendo, en otro amor
me fui perdiendo mi corazòn.
donde hay esperanza
esta mi casa
donde hay amor
esta mi casa
donde estas vos
esta mi casa
y al fin hoy yo
vuelvo a casa.
me fui sintiendo, un gran dolor
me fui llorando, por este amor
me fui buscando algo mejor
volvi a mi mundo y volvi a vos.
Si hemos hecho todo el recorrido atentamente, no es posible que, al decirle tu al ser amado, no reparemos en el Tu de Cristo que se manifiesta en el ser amado.
La canciòn lo dice claramente, VUELVO A CASA, no porque tengo miedo de hacer el camino hacia el Ideal, sino porque pude experimentarlo. " Mi casa" es el Ideal para el que estoy hecho, con el cual no me hace falta otra cosa.
Si lo tengo a Cristo, lo tengo todo. Cristo, la gran Presencia, me hace una promesa hoy: no es que ya me la hizo y punto, porque de ser asi, el olvido, la distraccion y el miedo serian la ultima palabra.
Cristo es mi casa y el Ideal por el que late el corazòn ♥: " El Ideal... corresponde al deseo de felicidad que tiene el corazòn y este reconoce posible alcanzar solamente con la ayuda de la presencia grande. El Ideal, por consiguiente, es el deseo ultimo del corazòn, que el hombre trata de alcanzar confiado en la Presencia grande ".


Si tienes miedo a equivocarte
ya estas equivocado
si tienes miedo a perder
ya estas perdido
si tienes miedo a vivir
ya estas vencido
si tienes miedo a sentir
es que no has elegido.

Un paso ya es el camino
un paso hacia tu destino
un paso te abre la puerta
y sueña tu alma despierta.

Vivir a pleno
vivir sin miedo
vivir el instante y siempre
animarse.

Si tienes miedo a caminar
yo te dare mi mano
a veces hay que empezar

acompañado
pasos que seguiran
seràs el guia de muchos
y tu luz brillarà
llamà que yo te escucho.

Un paso es la canciòn que mas directamente se relaciona con nuestra historia.
"Sueña tu alma despierta" indica el sueño como expresiòn de deseo. Menciona muchas veces la palabra "miedo" ¿ cuando aparece el miedo? ¿ que produce el miedo? El miedo paraliza. Por miedo es que abandonamos lo que somos, porque estamos tan distraidos, que el miedo puede vencer.
Dice don Giussani: "el miedo no es el primer sentimiendo que experimenta el hombre. El primero es el atractivo; el miedo aparece en un segundo momento, como reflejo del peligro que se percibe de que la atraccion no permanezca".
" Si lo que deseo, lo miro de lejos por miedo a que, si lo toco, desaparezca, si esto sucede, no estoy frente a algo real, estoy frente a una imagen mia, una ilusiòn" .... esto es un sueño.
Yo te deseo lo mejor
por si no vuelvo a verte mas
y bajo mi almohada
siempre te voy a guardar
para acordarme de vos y volverte a respirar.

yo te regalo el corazòn
porque vas a cuidarlo mas
todo lo vivido no se puede
terminar
lo llevo en esta cancion
que te quiero dedicar.

que nos volvamos a ver
que nos volvamos a ver
que te de la vida
todo lo que querès
que nos volvamos a ver
que nos volvamos a ver
para que este cuento
no termine esta vez.

yo nunca te voy a olvidar
en mis recuerdos siempre
estaràs
porque tu alegria
nunca se va a terminar
aunque te vayas de aqui
siempre me acompañaràs.

Dice don Giussani: " ¿ en que sentido la libertad tiene que ver con la esperanza?... Como deseo, como peticiòn de que perdure lo que ha empezado"
Y esto esta plasmado en esta misma canciòn " todo lo vivido no se puede terminar"
Y mas adelante la cancion dice: " porque tu alegria nunca se va a terminar, aunque te vayas de aqui, siempre me acompañaràs". Miremos nuestra experiencia y señalemos cuantas veces hemos gritado estas cosas.
Para decir estas cosas es necesaria una certeza. ¿ En que se basa nuestra seguridad de que las cosas perduran y no se desvanecen?
"Que te de la vida lo que querès". El autor de la cancion nos habla a nosotros y nos desea que se cumpla todo lo que queremos"
Pero si lo que quiero tiene mi medida, la seguridad, la certeza de que hablamos antes tiene tambien mi medida... lo que es cierto para mi no es cierto para todos... entonces... ¿ Es razonable esta certeza?
La realidad ( y no los pensamientos ) me dice que no lo es. Porque no siempre las circunstancias resultan como yo pienso o imagino; entonces es la realidad la que me dice que lo que deseo es algo sin medida.